Japoneses
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El dueño de casa me descubrió irrumpiendo en su habitación con intenciones de ver tv. La verguenza fue tan grande, que solo atiné a salir corriendo por el pasillo y bajar la escalera de a dos peldaños por vez.
Aparece la chica con cara de gato (o sea, su cara era la de un gato) y verla sirvió para alimentar mi impulso de huir.
Salté la cerca y me encontré en la tranquilidad de la calle, la paz del anonimato absoluto.
Estaba oscuro, vacía la acera, no había rastros de nadie.
Doblé la esquina, levanté la mirada y me encegueció la luz de un reflector. Me ataje con las manos, tratando de ver que había delante mío.
Cuatro japoneses, uno gritó: Esto es un asalto!
Los tres restantes me apuntaban, vi las armas. Pero no, no eran pistolas, eran guitarras. Me apuntaban con el mástil de las guitarras.
No tengo nada en el bolso! (les dije) y empecé a vaciarlo en el piso.
El japonés que daba las ordenes apagó el reflector, dejando entrever su silueta. Con un cigarrillo entre los dientes camina aplaudiendo (bravo, bravo).
Se acerca y me habla - en inglés: Esto es una pelicula, no se asuste. Lamento no haber podido avisarle, pero se hubiera perdido el factor sorpresa. Ha actuado usted muy bien.
Me da una palmada en la espalda y nos hacemos amigos.